Las Peligrosas Consecuencias de un Sistema Penitenciario Fallido

Daniela Ancira, July 12, 2017

Las Peligrosas Consecuencias de un Sistema Penitenciario Fallido

LAS PELIGROSAS CONSECUENCIAS DE UN SISTEMA PENITENCIARIO FALLIDO

Los abusos, la corrupción, el autogobierno y los malos tratos, forman parte de la rutina que viven diariamente quienes se encuentran privados de la libertad en nuestro país. Sabemos que las violaciones a derechos humanos, la tortura, la carencia de servicios de salud y de condiciones mínimas de higiene son el común denominador de nuestras cárceles y el pan de cada día de los internos e internas.

Noticias como los videos exhibidos dentro del penal de Topochico donde se muestran abusos en contra de los internos, motines en los penales de Cadereyta, Nuevo León, 29 internos fugados del penal de Tamaulipas, riñas registradas en el penal de Cancún, incendios dentro del penal de Barrientos en el Estado de México, y las más de 1,200 quejas sobre violaciones a derechos humanos reportadas por la Comisión Nacional de Derechos Humanos en el último año –sin contar las interpuestas a nivel estatal, y las que no se reportaron-, nos demuestran una cosa: nuestras cárceles, lejos de lograr su objetivo de reinsertar a las personas en la sociedad, se han convertido en especialistas en crear delincuentes.

Como sociedad, nos hemos vuelto tolerantes a dichos abusos, estamos acostumbrados a escuchar historias de terror que ocurren dentro de nuestras cárceles sin darnos cuenta lo preocupante que es vivir en un país con un sistema penitenciario fallido, o lo que es más, sin comprender que las consecuencias las sufrimos día a día todos como sociedad.

Lejos de interesarnos por lo que pasa en nuestras cárceles, hay quienes llegan a pensar que las personas merecen ser víctimas de tales tratos por haber cometido un delito –partiendo de la utopía que las cárceles están llenas de delincuentes, y no de gente sin acceso a una defensa adecuada, como sucede en la realidad-.

Independientemente de las razones sociales o económicas por las que una persona se encuentre privada de la libertad, las cuales tristemente en su gran mayoría no corresponden a su culpabilidad en la comisión de un delito, no podemos apartar la vista de este problema que nos afecta a todos: la terrible crisis de inseguridad y contexto de violencia en el que vivimos.

Ante la corrupción e inexistencia de programas de reinserción social dentro de los centros penitenciarios, y la indiferencia que como sociedad mostramos al respecto, no debe sorprendernos que se sigan cometiendo crímenes desde prisión: extorsiones, secuestros, homicidios, y todo tipo de delitos relacionados con la delincuencia organizada se siguen llevando a cabo aún y cuando los responsables se encuentran privados de la libertad.

Dicen que las cárceles son el reflejo de lo que ocurre en un país: ¿Cómo podemos exigir a nuestras autoridades que castiguen este tipo de abusos, si nos hemos convertido en una sociedad tolerante, acostumbrada a la violencia y los malos tratos?, ¿Cómo esperamos que nuestros presos dejen de delinquir si no les brindamos nuevas oportunidades de vida? ¿Cómo esperamos convertirnos en una sociedad más segura si no nos preocupamos de lo que ocurre en nuestras prisiones? Si algo hemos debido de aprender hasta hoy es que la inseguridad no puede resolverse aislando y apartando, sino afrontando y atendiendo: no podemos hacernos de la vista gorda sobre lo que ocurre dentro de nuestros penales, y al mismo tiempo exigir que no haya delincuencia.

Debemos unirnos como sociedad y dejar de tolerar la violencia, exigir a nuestras autoridades que garanticen y protejan los derechos humanos de quienes estamos bajo su jurisdicción, pues solamente de esta manera podremos lograr un cambio en nuestro país. El país que tanto queremos y que tanto nos necesita.